muro

Este es mi muro de las lamentaciones. Como veis tiene poca piedra y mucha argamasa que con paciencia y perseverancia puede que lo agujeree. Si consigo hacerle una pequeña brecha será más fácil incidir poco a poco en esa heridilla hasta que su dolor sea tan irresistible que el muro caiga por su propio peso. Pero no soy tan perversa y a lo mejor me compadezco de él y empiezo a tomarle cariño, dialogamos, se conmueve de mí y me hace unos huequecillos que yo pueda utilizar a modo de escalera......

Ya ha dejado de ser mi muro de los lamentos, ahora es mi amigo. Lo trepo, miro al otro lado, lo salto en los días emprendedores y regreso a este lado cuando el viento u otro tipo de inclemencias me hacen sentir insegura. Cuando estoy triste, le lloro. No se queja ni me hiere. Creo que somos más que amigos, mi querido en mí, mi muro, que no es de mi propiedad, simplemente he empezado a quererlo y cuidarlo.
Qué fácil es depositar nuestros afectos cuando nuestros días están huérfanos de casi todo, de lo que alimenta, aquello que no es tangible, que se escapa entre los dedos cuando lo queremos asir y que algunos necesitamos tanto.

Tú dirías que son apegos y, como eres Juan sin tierra, huirías porque crees que te cortan las alas. La huida es también un forma de no ser o como tu dirías, una forma de no estar.