¡Ay señor!
Que la bóveda celeste está llena de barcos esperando a los náufragos del desamor, me pareció siempre una barbaridad; que el cielo era un decorado de apariencias, también; que el firmamento era una gran red de pesca, casi que me lo imaginaba, pero con toda la inocencia de los niños, jamás pensé que el mundo estaba repleto de fósiles de esponjas de mar horadadas y ocupadas, sus cavidades, por el aire del recuerdo del mejor día o de la peor noche; tunelillos anhelando la tibieza de unas caricias o unas palabras colmadas de ternura.
¡Ay señor!, que el mundo es un puestecillo de ilusiones deshidratadas esperando ser rescatadas por algún viento del sur ha sido mi anagnórisis de hoy. ( ¡Qué palabreja!, dicen que la acuñó un tal Aristóteles )
Mañana empezamos el curro. Martes, ni te cases ni te embarques.
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