domingo, 23 de agosto de 2009

VENEZIA



Uno llega a los sitios con algo oído y leído pero sin saber a ciencia cierta que aquello que encontrará le causará un estado de gracia parecido a un encantamiento o enamoramiento.
Así fue, desde el avión a primera vista de pájaro o al recorrer en autobús el puente carretera a modo de una gran serpiente vertebrada. No tuve en ningún momento sensación de extrañeza del lugar, como si un lazarillo milenario me guiara confiada por todos los lugares y al descubrirlos la sorpresa fuera sólo una forma de saber intuitivamente que eramos viejos amantes.
He disfrutado cada uno de mis momentos, cada uno de sus colores y formas. Venezia se tiene que compartir en diálogo estrecho. Venezia necesita una mirada cómplice, porque ella te susurra en cada una de sus esquinas el tiempo acompasado, la mano cálida, la emoción desbordada y contenida, un beso furtivo, una lágrima huidiza, una sonrisa, una caricia......
Llovió en la tarde de Venezia. El cielo se cerró para nosotros en la plaza de San Marcos y danzamos como niños y nos mojamos como niños y me sentí feliz.






Sé que volveré. Dicen que siempre se vuelve, una y otra vez a la felicidad.



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Volverás.

Ya que has elegido tu lugar en el mundo,

volverás.

Un beso habanero.

Magnolias en el jardín dijo...

Codorníu aún siento que no encontré mi lugar en el mundo. Mi lugar soy yo misma y ahí, todavía, no he recalado.
Venezia es sólo un lugar, como sería las tierras del sur. Me llama poderosamente Chile o las tierras de todas la orillas.
Gracias por tu visita.
Magnolias atentas.