martes, 8 de septiembre de 2009




Hay que estar atentos como el gato que sabe que en cualquier momento le puede salir el ratón de su sustento. Ese tipo de alerta hace que las cosas tengan una vibración, color, forma, textura, sabor, muy especial. Esa forma de estar requiere un aprendizaje continuado, una atención sostenida y una revisión permanente. ¿Quién aguanta tanto ejercicio si no se es atleta de primera línea?
Como tengo un interés trascendental y existencial con todo esto, me he propuesto una serie de cosas, pequeñas, pequeñajas, insignificantes, que brindo con cava y fresas. ¡Qué buenas están las fresas con cava!, como las María "Fontanera" de pequeños, que yo me preguntaba cómo se podía dedicar esa señora a la fontanería si con las galletas que hacía debía ser muy, pero que muy rica.... Bueno, a lo que iba. Que me he propuesto saludar cada día al Sol y lo voy cumpliendo. Tengo la ligera impresión de que le gusta y se siente contento. Meditar cada mañana, que también. Ver la parte reluciente de las cosas; hasta la basura es bella, decía la maestra y con los años de meditación continuada he comprobado que era cierto. Me he comprado un abrillantador muy, pero que muy especial, se llama ilusión. Empiezo a notar sus efectos. Me ilusiona cualquier cosa, a cualquier detalle le encuentro un qué, un por qué y un para qué y después invento una historia, ¡qué pena que la escritura no me sea de célula! Bueno, lo dicho, que aún estoy viva, que respiro y que vibro hasta por lo que no se ve.

No os quiero cansar, dejo de explicar.

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